Raúl Leis (Olotilakiler*)
La casa de Ibeorgun:
“La democracia de los Kunas”
Raúl Leis (Olotilakiler*)
La casa de Ibeorgun:
“La democracia de los Kunas”
Matérika 12
Raúl Leis
“Nuestra historia nos dice que por cuatro días se estremeció la naturaleza. Los pájaros, los árboles, los ríos chillaron muy diverso de lo ordinario y anunciaban a algo grande que estaba por suceder. A la mitad de la noche llegaban los mensajes a la madre tierra. Y se oyó el grito que venía por el río arriba. En la misma noche de su llegada, los anuncios se hicieron más fuertes, se hicieron más claros. Luego vino un gran silencio. Los pájaros callaron, los ríos llevaron sus aguas muy calladamente, todo calló. Se escuchó el grito de alguien por el río. Los abuelos lo escucharon muy atentos. Los abuelos vieron a un adolescente que venía caminando fuerte y decidido por el río. Era Ibeorgun y venía con todos sus aperos…”.
A pesar de su dramático arribo Ibeorgun mismo reconoció que fue preparado por las grandes ancianas de la Casa de Paba (Dios) y que los grandes antepasados como Igua, Paila, Neba, Nakiogaryalaber y otros, le habían abierto el camino. Se reconoció como parte de una continuidad histórica, y no como una aparición espontánea sin causa ni origen.
Enseñó el ISET que significa tener amor, aprender a defenderse ellos mismos, y construir entre todos una red que proteja al pueblo.
Enseñó a abrir nuevas fincas de cultivo que diversificara la agricultura. El Nainu: la selección y preparación de las semillas, el uso fecundo del abono.
Enseñó el mejoramiento ambiental y el concepto de salud preventiva y curativa. “Debemos hacerle frente a las enfermedades, porque Paba no nos dejó aquí para morir como animales”, decía.
Enseñó a la comunidad a organizarse a través del símbolo de la construcción de la casa-construcción de la comunidad. La comunidad organizada es la fuerza colectiva, en ella radica el valor y el conocimiento para enfrentarse a los que la agreden, la dañan, la enferman, o le cercenan la palabra.
Enseñó una manera de ver el mundo, de analizarlo, de encontrar las causas de los problemas y resolverlos conjuntamente.
Ibeorgun enseñaba con el ejemplo. Primero sembraba el maíz, la yuca, el otoe, el ñame, y luego hablaba. Explicaba la nueva forma de hacer las chozas encaramando en los palos, amarrándolos con el sargui (bejuco) bajo el sol inclemente. Era coherente entre su hacer y su decir. Educación práctico-teórica. Con paciencia. Con análisis. Con amistad.
No sólo enseñó una nueva forma de hacer las viviendas, sino la construcción de las grandes casas. Las casas del pueblo. La Casa del Congreso. El Onamked Nega.
Pero no llegó solo. Lo acompañó una mujer que trabajó a la par de él, Kikidiryai, estudió la naturaleza. Ayudó a mejorar con las mujeres los tejidos, capturar los colores, trabajar la arcilla mejor, elaborar las grandes y pequeñas cesterías.
La casa de todo
Ibeorgun vino en tiempos inmemoriables y su hazaña dejó huella en el recuerdo que a través de la tradición oral vibra en la voz de los Sailas (dirigentes del pueblo). El gran guía tomó la casa habitación y la casa del congreso como signo de unidad y comunidad, para así explicar cómo deben ser la solidaridad y participación de la gente:
El eje de la casa es el PUAR, un palo central, recto, duro, resistente a las plagas y a la pudrición. Es un palo demasiado pesado para ser levantado por un solo hombre, necesita pues la ayuda de muchos. Los otros palos son menores, pero mantienen el PUAR, lo sostienen y le dan solidez a la choza, El PUAR debe ser apoyado sobre los más pequeños para dar fuerza a los más débiles y a la vez toma de ellos su fuerza. Sólo cuando se planta el PUAR con todos los procedimientos y detalles, es cuando los otros palos toman sus respectivos nombres y su verdadero sentido, incluido el mismo PUAR: Maket, Tior, Nagubir, Saderbir…
Así, el PUAR le dice a los otros palos, sus amigos. “Yo no puedo solo. No puedo llevar solo el peso de toda la choza. Soy fuerte pero son ustedes los que me dan su fuerza y me la dan para mantener toda la choza. Para que no se la lleve el viento, para que no la derribe el temblor de tierra. Solamente en la unión de nuestras fuerzas vamos a hacer felices a los que están debajo de nosotros. Basta que uno solo de nosotros no quiera llevar el peso, la carga, para que toda la choza se derrumbe. Todos vamos a necesitar el sarki (bejuco). El sarki nos va a unir. Nos va a ligar para que cada uno no nos vayamos por nuestra cuenta”.
Los Kunas dicen así como conversan los palos entre ellos, así como se necesitan mutuamente, así toda la comunidad debe ser una gran casa y un gran hogar. Aún más cuando la construcción de la choza es también tarea de todas las personas. Los Sailas cantan que Ibeorgun enseñaba todo esto enrollando el sarki, uniendo los palos y exclamaba:
La enseñanza central es que una comunidad sin la unidad fuerte de todos sus miembros no camina. Unidos, el peso se hace más ligero, se hace suave “y el mismo dolor se hace llevadero”. Nadie debe llevar más peso que otro. Sino de acuerdo a la capacidad “y a nuestros hombros”. “Cuando nos damos la mano ninguno de nosotros va a pasar hambre… Tampoco uno solo o un grupo podrá tener más que otros, porque nos mataríamos unos a otros y Paba no quiere eso”.
Quejumbrosamente en la penumbra de la misma gran choza que Ibeorgun enseñó a construir, canta el Saila sentado en la hamaca, fumando y rodeado de todo el pueblo: “Es necesario una choza grande. De todos. Ahí vamos a hablar de Paba, de nuestras enfermedades, de nuestros trabajos, de nuestras grandes y pequeñas cosas. Esta choza, como todas las demás tenemos que hacerla con nuestras propias manos. Entre todos”.
Para los kunas la democracia económica y política no están separadas, y son parte sustancial de la vida cotidiana. Este pueblo indígena suma cerca de 35 mil personas en la comarca y 10 mil en las ciudades. Habitan una Comarca llamada por los “uagas” (no indios) San Blas, y por sus habitantes Kuna Yala. La demarcación del territorio fue ganada como resultado de una insurrección indígena, contra los abusos del gobierno panameño en 1925. La rebelión llegó a proponer la creación de la República de Tule.
En cada comunidad kuna existe un congreso local en el cual casi diariamente se reúne el pueblo a deliberar sobre sus problemas y a compartir el canto tradicional de él o los Sailas. La construcción de la casa es colectiva, y es la aprendida de Ibeorgun. La comunidad escoge libremente su Saila o dirigente. Además existen los Argar o voceros del pueblo, que interpretan la tradición que canta el Saila a la luz de los problemas actuales que viven. También están los Saulibes, especie de amistosos guardianes del orden y animadores de la participación. Los Neles, se dedican básicamente a la medicina tradicional.
Los Sailas, los voceros (argar) y el pueblo en general conforman el Congreso General Kuna, que escoge de su seno a los tres Sailas Generales (Saila Tumadi), y además recomiendan una terna de donde el gobierno panameño selecciona al Intendente que lo representará en la relación con la Comarca. Los temas del Congreso son de índole económico, político y administrativo.
El Congreso General es la máxima autoridad del pueblo kuna.
También existe el Congreso General de la Cultura y la Tradición que profundiza sobre la rica historia y cultura kuna conservadas y difundidas a través de la tradición oral. Proliferan además comisiones de trabajo y encuentros de trabajo ecológicos, religiosas, juveniles, femeninos, agrícolas a lo largo y ancho de la Comarca de Kuna Yala.
Esta organización política tradicional está consagrada en las leyes panameñas, y es considerada como una experiencia democrática significativa inspirada en su propia historia. “Debemos respirar nuestra historia por nuestras narices. Cuando sabes tu historia y la llevas contigo mismo, eres persona. La historia nos hace fuertes, rebeldes”, dicen los kunas.
Ibeorgun, valorando la historia anterior, se lanzó a proponer con su gente una propuesta sociopolítica, económica y cultural en función del futuro. Esto lo hizo hace cientos de años. El pueblo compartió la enseñanza de hacer la casa del pueblo entre todos, de que la casa misma en su estructura enseña a compartir y crear poder participando, y que dentro de la gran choza –coherentemente con el armazón que los cubre y rodea– practican un fervoroso compartir democrático en la integralidad de su vida.
También las casas vivienda tienen la misma estructura de la casa del congreso. Así cotidianamente para los que la habitan es símbolo permanente de unidad familiar y de unidad comunitaria.
Ibeorgun afirmaba: “observemos esta nuestra casa. La choza grandísima que nos cubre: el firmamento, el universo, ninguno en ella trabaja solo, todos trabajan unidos y por eso no se acaba. Cuando empiezan a trabajar divididos, vendrá la destrucción”.
En esa gran armonía cada miembro de la comunidad tiene un puesto y un papel que jugar. Los pequeños, los silenciosos son también importantes en construir la casa y en hacer comunidad. La mujer es valorada. Los dirigentes no tienen fuerza ni sentido si no están unidos a la comunidad.
En la reflexión de un encuentro kuna los participantes valoraron lo que aún permanece: la organización comunitaria. Las tradiciones. La construcción y uso de la casa del congreso. El exanto tradicional. La fe en Paba. La elección de los Sailas. El cultivo de la tierra. La práctica parcial de la medicina tradicional. Artesanías. Pero también hay costumbres en desuso. Elementos importantes que ya no se practican. Problemas y dificultades como veremos más adelante.
“Habremos de buscar el mejor palo”
El PUAR representa la vida del servidor de la comunidad y del pueblo: el Saila.
“Habremos de buscar el mejor palo –dice Ibeorgun– cuando necesitamos a un Saila, un dirigente. El mejor palo que no permita pasar el comején, que sea recto, que se deje amarrar por el sarki, que sienta la necesidad de los débiles, que no excluya a nadie de la construcción de la comunidad. El PUAR no puede tener rajaduras o estar hueco, porque entonces se hace muy peligroso, puede asustar a los que están debajo de él o junto a él. Hay que buscar personas que no hablen de sí mismas, de sus grandes o pequeños esfuerzos, porque el PUAR no dice que lleva mucho peso, ni llora ante los vientos. Si ponemos el PUAR a un palo de balsa se sentirá con derecho de manejar al pueblo para lograr sus intereses mezquinos no los de la comunidad”.
El Saila canta la tradición acostado en la hamaca en el centro de la casa del congreso, y esta hamaca es corazón de la comunidad cuando ayuda a animar a todo el cuerpo, cuando permita que corra la sangre por el cuerpo. “El dirigente no duerme, sirve al pueblo, necesita de la sangre, de las uñas de hasta los más pequeños, de los más débiles”. Desde el congreso y la hamaca el Saila “invoca al Paba sobre la comunidad, en él se aconsejan, se programa, se organiza. Es la casa del pueblo, es la casa de oración, de contemplación, es centro de hermandad y acogida, cátedra de grandes conocedores de la tradición y líderes del pueblo”.
Entre los kunas el Saila es escogido por el pueblo en base a criterios como: conducta irreprochable en el ámbito público o privado y ejemplaridad. Conocimiento profundo de la tradición y de la historia. El elegido no tiene ninguna predestinación y siendo Saila no tiene privilegio económico ni pago alguno en los congresos locales. Sigue pescando o labrando la tierra. Aunque la función puede tener un periodo determinado de tiempo, es fácilmente removible por la comunidad si comete errores graves. El cargo no es excluyente en cuanto a sexo o edad.
La tradición kuna tiene varios tratados sobre dirigentes que se ensoberbecieron y manipularon a su pueblo. Entonces surgieron nuevos dirigentes que los enfrentaron. Ejemplo Guani que desata un sol inclemente y Ogebib que convoca a una gran oscuridad por cuatro días, logrando ambos vencer el poder negativo que oprimía a la comunidad.
¿Pero cómo escoger a los buenos dirigentes?
Los palos centrales (los Sailas, los Argar, los Sualibes) se deben seleccionar y traer juntos. Los palos, árboles de los ríos y las selvas, no dicen nunca “Yo soy el mejor. Córtenme y colóquenme en el centro de su choza”. Los constructores, la comunidad ven y valoran la dureza del palo. Miran si está hueco o no. Si se quiebra rápido. Hay que mirar bien, porque los palos hermosos y rectos muchas veces suelen ser presa del comején o su savia es tan dulce que atrae a las hormigas. “Nuestra casa no puede posarse sobre cualquier palo, es la vida de nuestra familia la que peligra”.
El PUAR, el dirigente “debemos colocarlo muy hondo para que se mantenga erguido y sostenga el peso que le corresponda y se distribuya mejor la carga al tior, el maket, el karbuba…”.
Los vientos y los temblores
Pero las cosas en Kuna Yala no son color de rosa. La comarca y los comuneros no escapan a los problemas que afectan al país y al continente, y ponen a prueba la democracia social, política y económica kuna.
Las tierras de la comarca no disponen de límites seguros y son invadidos por acaparadores de tierras, o la masa campesina que presiona por extenderse como producto de la estructura agraria, poniendo en peligro el equilibrio ecológico de un pueblo que pide permiso al árbol para cortarlo, y cree en la madre tierra como organismo vivo y sagrado.
Ya son muchos los kunas que habitan las ciudades, laborando en trabajos de ínfima remuneración, teniendo sus hamacas en los cuartos de vecindad y llenando con el color de sus molas (blusas) las calles citadinas.
La educación formal es fuente de aculturación, de desarraigo en los jóvenes del trabajo agrícola y pesquero.
Se desarrolla un turismo superficial, caro e intrascendente que ignora sus aportes culturales propios y deforma sus maneras de relacionarse con los uagas.
El Estado ha impuesto una estructura de corregimientos y de circuitos electorales que muchas veces sobre imponen representantes y legisladores, que traviesan la estructura política tradicional.
A lo interno siente que se debilita la organización comunal y los congresos. Disminuye el trabajo colectivo, la ayuda mutua, la cooperación voluntaria, en especial en la construcción colectiva de las casas vivienda. Algunas artesanías han desaparecido.
El Congreso General Kuna ha ido perdiendo fuerza a causa de la intromisión de la politiquería y de la manipulación externa, que copta dirigentes a lo interno. Un vocero (argar) expresa esto así en un congreso:
“Entre nosotros, es un decir muy común: algunas mujeres se venden por un pedazo de pan… Y en realidad, este decir popular podríamos aplicarlo a las mismas autoridades de nuestra comarca. Hablemos bien claro. Nuestros dirigentes son manipulados desde una nevera, bultos de ropa, motores fuera de borda… Y pensamos que una persona en una situación así no puede defender la tierra. El timón se lo da el mismo donante de motores, de neveras… Y hay un intercambio muy barato… Hace poco hemos tenido el Congreso General Kuna en Carti Tupile. ¡Y que regalaron a nuestros caciques grabadoras! Y se van multiplicando los regalos. Y, acaso ¿no es la sangre que se nos está escapando? Y comenzamos a callarnos, a enmudecernos ante los problemas más candentes de nuestra comarca. Los regalos son los que nos atan la lengua… Es hora de pararnos a decir: ¡regalos no! Ya podemos valernos por nosotros mismos, daremos una esperanza de liberación a la comarca”.
El Congreso de la Tradición y la Cultura desarrolla encuentros abiertos de dirigentes donde se discute los grandes problemas de la comarca. Funciona además un comité para la delimitación de la comarca, otro de reforma de las leyes nacionales que les conciernen. Comisiones de estudio sobre el coco, sobre la economía, y el Proyecto de Estudio para el Manejo de Áreas Silvestres de Kuna Yala, dirigido por profesionales kunas. También grupos como el Centro de Educación Popular Álvaro Urcue (CEAPU) en la gran isla de Ustopo.
El papel de estos esfuerzos es definido por un vocero como “el río que permite reflejar nuestro rostro, ayudar a vernos mejor”.
Cerca brama el mar y mucho más cerca susurra una maraca. El Saula canta: “Vamos a ver primero, analizar, primero”. El Argar se pone de pie y cuando habla parece que se iluminara el claroscuro de la Casa del Congreso: “Nuestra historia nos manda ser claros. Hay que decir la verdad y no tener ningún miedo”. Se palpa en el ambiente la vibración que dejan las palabras. Esa misma vibración late en las palaras de Aiban Wagua cuando compara a Kuna Yala con Abia Yala (América): “Sonriendo a nueva semilla que quiere botar a lo largo de Abia Yala”. Rebota en el pasado con la sentencia de Yabilikiña: “¿Quien dijo que estamos casados de ser indios?”.
Sopla el viento, pero lo que hace es hacer flamear con más fuerzas la bandera de Ibeorgun.
*En su trabajo infatigable con las comunidades kuna al autor se le llamó con cariño Olotilakiler “El señor de las avispas”.
RAÚL LEIS (Colombia, Providencia, 1947, Ciudad Panamá, 2011).
Sociólogo, ensayista, poeta y cuentista. Publicó volúmenes en cuento, poesía y relato sociólogico como el libro sobre la realidad y la cosmogonía de los indios kunas “Machi: un kuna en la ciudad”. En 1985 le fue concedido el premio de la revista Plural de México, en la rama de ensayo.
Fuente: La revista del Sur #20, Estocolmo, Suecia.